Érase una vez, un gato, llamado Slick. A este gato, le gustaba mucho los deportes extremos. Un día, mientras hacía puenting, se encontró con su mejor amigo Fred, quien se encargaba de hacer masajes, tanto es así que a su madre le dio durante su gestación.
Slick era un gato legendario, un gato muy especial. Desde chico sus padres apreciaron que era muy inteligente y lo que más le gustaba era la geología.
A Slick y a Fred les gustaba el riesgo, viajar a países llenos de magia. En estos países, como en la India, su refugio eran pequeñas cabañas desde donde salían todas las mañanas a practicar sus deportes más arriesgados: puenting, parapente, montañismo.
Tenían mucha fe y la religión estaba siempre presente en sus vidas. Un día al amanecer decidieron coger sus utensilios y aligerar para llegar pronto a la montaña. Querían corregir los fallos del día anterior.
Se montaron en el autobús y coincidieron con una pasajera que era relojera.
Le dije que íbamos a la montaña a practicar deportes de riesgo.
¡ Qué locura ! exclamó la pasajera.
Sería mejor que jugárais al ajedrez.
Cuando las amigas llegaron a la montaña, empezaron a escalar y llegaron con éxito a la cima.
No hay comentarios:
Publicar un comentario